Cuenta la historia que un buen día Jonás “el gran pintor de acuarelas” –así se autonombraba– decidió hacer el cuadro más hermoso jamás pintado, en esa y otra técnica, por hombre alguno.
Para tal motivo, dijo, debo recorrer gran parte del mundo y sus alrededores si fuese necesario para encontrar el paisaje perfecto y plasmarlo en mi hermosa pintura.
Así, Jonás emprendió su viaje. El recuento de los lugares visitados fue tan grande como grande fue su decepción en cada uno de ellos porque no lograba encontrar el paisaje perfecto.
Decía que sí, efectivamente, había lugares bonitos, pero no ideales para pintar; que faltaba luz en alguno, que había demasiada luz en otros, que el sonido del arroyo no lo dejaba concentrarse e incluso una vez dijo que un paisaje encontrado no merecía ser pintado porque olía mucho a bosque.
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